El Oficinista
Cuando uno es oficinista la rutina se convierte más en algo que una situación, en algo más que un estado, la rutina se convierte en vida, en religión, se convierte en olor, se impregna en la piel de este individuo carente de aventuras. Amo y señor del pelo bien peinado y arreglado, rey de los zapatos lustrosos, Comandante en Jefe de las camisas bien planchadas, Jefe (...) , Jefe de un sector, de un departamento, de un lugar donde va gente muy apurada, siempre gente apurada, gente que no lo vé, gente que lo escupe, que lo reta, que lo critica, pero el siempre demuestra su mejor lado, como si fuera un doble de acción de alguna película cristiana, le dan un cachetazo y da la otra mejilla.
Es algo triste la vida del oficinista, surge alguna suerte de poesía urbana que lo engalana, pero triste al fin, cuando llega del trabajo no se puede sacar su uniforme, su condición de controlador, su condición de servicio, inclusive cuando es su día libre no se libra de su camisa a cuadros, de su armadura, de su correcta forma de ser, esa que no le permite quizás disfrutar de las aventuras, esas aventuras que disfrutan las personas que siempre ve a travéz de la ventana, personas a las que le inventa historias, el señor apurado que seguro piensa en llegar temprano a su casa al mediodía, almorzar con sus hijos y esposa, hoy es su aniversario quizás y debe comprar algún regalo, la señorita bien arreglada que camina lento por la vereda, al encuentro de algún amante, o de alguna cita de amigos..todo es posible, nada escapa a la mirada e imaginación del oficinista, el puede solucionar los problemas del mundo, sabe y puede fundamentar sobre cualquier tema en cuestión, pero nadie lo observa, nadie lo nota, es el antihéroe, generalmente excelente persona si no te lo cruzas un Lunes temprano en la mañana, cuando va camino al trabajo, acompañado por sus sueños, historias y aventuras, tierras lejanas que nadie conoce, excepto el, ... el oficinista.
Fuente: http://backtofiveofive.blogspot.com/2010/11/el-oficinista.html (Diego Osvaldo Ojeda)
Es algo triste la vida del oficinista, surge alguna suerte de poesía urbana que lo engalana, pero triste al fin, cuando llega del trabajo no se puede sacar su uniforme, su condición de controlador, su condición de servicio, inclusive cuando es su día libre no se libra de su camisa a cuadros, de su armadura, de su correcta forma de ser, esa que no le permite quizás disfrutar de las aventuras, esas aventuras que disfrutan las personas que siempre ve a travéz de la ventana, personas a las que le inventa historias, el señor apurado que seguro piensa en llegar temprano a su casa al mediodía, almorzar con sus hijos y esposa, hoy es su aniversario quizás y debe comprar algún regalo, la señorita bien arreglada que camina lento por la vereda, al encuentro de algún amante, o de alguna cita de amigos..todo es posible, nada escapa a la mirada e imaginación del oficinista, el puede solucionar los problemas del mundo, sabe y puede fundamentar sobre cualquier tema en cuestión, pero nadie lo observa, nadie lo nota, es el antihéroe, generalmente excelente persona si no te lo cruzas un Lunes temprano en la mañana, cuando va camino al trabajo, acompañado por sus sueños, historias y aventuras, tierras lejanas que nadie conoce, excepto el, ... el oficinista.
Fuente: http://backtofiveofive.blogspot.com/2010/11/el-oficinista.html (Diego Osvaldo Ojeda)
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